jueves, 1 de diciembre de 2011

La humanidad del monstruo

Iván el Terrible y su hijo
Recuerdo que cuando se estrenó la película El hundimiento fueron muchos los que la criticaron porque "humanizaba" a Hitler. Queremos creer que hombres como él no son humanos, que son monstruos que nada tienen que ver con nosotros. No muestran piedad ni compasión, ni aprecio por las vidas ajenas, luego no son capaces de ningún sentimiento.

Pero no, Hitler, Nerón, Torquemada, Iván el terrible... no son ogros de cuento infantil. No es posible humanizarlos, porque fueron seres humanos. La barbarie es propia de nuestra especie. A una fiera, a un león, lo calificaremos de salvaje, de feroz, pero nunca de bárbaro. La barbarie es humana. Y el mismo Iván cuya crueldad le valió el sobrenombre de el terrible, que fue capaz de matar a su propio hijo en un arrebato, amaba literalmente con locura a Anastasia Romanovna.

Nos guste o no, los monstruos son humanos. El mismo sentimiento religioso produjo a San Agustín y a Torquemada. Hitler no fue menos humano que Ghandi. Lo humano no se puede humanizar, lo que hacemos realmente es lo contrario, deshumanizar a los monstruos. Un mecanismo de defensa psicológica, supongo; negándoles la humanidad negamos en realidad la parte de la naturaleza humana, de nuestra naturaleza, que no nos gusta.

Y necesitamos entender la naturaleza humana para que un día desaparezca esa parte que ahora nos limitamos a negar. Tal vez no sea posible pero, si lo fuese, debemos aceptar que la realidad no se cambia negándola. Mientras no se erradiquen las causas que los producen, seguirán surgiendo monstruos.